Hablar sobre la precariedad laboral en las empresas de medios de comunicación es aún un tabú. A pesar de que es una realidad latente, pocos se atreven a decirlo, porque al que lo intenta se le castiga o se le encasilla de conflictivo, sólo por exigir derechos establecidos en la ley.
Las condiciones laborales de reporteras y reporteros casi siempre son precarias, no hay salarios dignos, tampoco estabilidad, no se cuentan con prestaciones, ni mucho menos con contratos.
Es violencia y afecta la calidad de vida, el rendimiento profesional y la salud. Persiste porque hay un pacto de censura al momento de aceptar el trabajo, lo haces por desconocimiento o por necesidad, pero siempre en un contexto de desigualdad.
A medio año empecé a trabajar en uno de los periódicos más críticos y cultos de SLP, su línea editorial, me parecía genuina y apegada a las libertades de informar y comunicar.
Apenas llegué a esa “gran familia”, como ellos se consideran cuando alguien me dijo “aquí vas a ver algunas cosas, te pido discreción”, así que decidí no asistir a la oficina en lo posible, para mantenerme al margen de cualquier problemática organizacional.
Me percaté que desde el principio no cumplí con las expectativas de la jefa de información, “soy lenta”, para mí la inmediatez es malbaratar los datos, no contrasta, no analiza, en fin, así continúe.
Apenas llevaba unas semanas cuando alguien me preguntó si estaba recibiendo un salario, me sorprendió más no tomé importancia.
Luego al ponerme la camiseta del periódico quedé atrapada en una guerra mediática y aunque mi intención siempre fue informar, mis textos e investigaciones fueron replicadas para “golpeteo” político.
En esta guerra los reporteros estamos expuestos a un ambiente psicosocial adverso, es desagradable recibir un gesto o una mala respuesta de un funcionario cuando lo cuestionas por instrucciones de tu jefe.
De pronto el periódico culto en el que estaba trabajando se obsesionó con un tema y en dos personas, se perdió del terreno del periodismo. Mis comandas salían en ese tenor, era monótono para el lector y para mí bastante riesgoso, por lo que no siempre obedecí y en consecuencia recibí algunos “regaños”.
Comencé a notar marcadas contradicciones entre la imagen que daba el periódico culto ante la sociedad y lo que sucedía en redacción. Había violencia laboral, porque mientras el culto periódico ponía en evidencia a las autoridades por violentar derechos humanos dando una imagen justiciera, en la oficina yacía un ambiente de temor, no se pagaban a tiempo los honorarios de los trabajadores, el dinero se depositaba hasta cinco días después de quincena y aunque nadie se atrevía a quejarse sucedía algo absurdo, desde un grupo de chat en el que no estaba el director, se nos informaba cuando se pagaría y entre bromas usando memes o gifs los trabajadores evidenciaban la falta de pago, más de ahí no pasaba.
Además, en otro chat en el que estaba el director, supuestamente para temas no formales, compartían bromas y burlas subidas de tono, vulgaridades, ofensas a mujeres y a gays, subían videos e imágenes ofensivas, a veces a las dos, tres de la madrugada, era molesto más nadie se quejaba.
Contrariamente ese periódico culto ganador de varios premios, lapidó públicamente al director de comunicación social del ayuntamiento por ”un error de dedo”, a Tiburcio Cadena lo crucificaron textualmente por compartir “mensajes de odio” con información falsa que promovía violencia a la mujer. También ese culto periódico evidenció a un trabajador de gobierno del estado por “violentar a mujeres” al subir una imagen de un tabledance en su Facebook, el alarde fue tanto que el sujeto fue despedido.
Pero acá en el periódico culto se seguían compartiendo mensajes vulgares y denigrantes en el chat y se demoraban los pagos a conveniencia del director.
Todo se agravó cuando hace un par de meses me pidieron que acudiera a la oficina, ahí el director acompañado de otra persona me dijo “ya no te podemos pagar”, me explicó que la empresa estaba en un mal momento financiero, lo increíble de esto fue que señaló como responsable del quiebre al alcalde, el cual supuestamente había conspirado para que el gobierno del estado pusiera un “cinturón financiero” a los medios “gallardistas”. Lo expresado me sorprendió, más en un momento de shock me tranquilizó saber que no se me dejaría de pagar, así lo aseguró el director.
A partir de ahí me sentí más desprotegida, mi rendimiento no fue el mismo, porque esto afectó mi salud y estabilidad. En casa tenemos a alguien con cáncer, ese detalle me ha colocado en un punto de vulnerabilidad mayor.
Lo dicho por el director no se cumplió porque no salieron los pagos en la siguiente quincena, de manera incongruente nadie se quejó. Me enfermé no había dinero, la poca comunicación que había con mis jefes inmediatos se extinguió, entonces me convertí en enemiga por bajar la productividad al no tener remuneración, sinceramente estaba en crisis.
Tuve un corto circuito cuando me dieron la instrucción de hacer un reportaje de personas que no recibirían aguinaldo y a manera de broma mi jefa dijo “nosotros no contamos”. Ese mismo día convocaron a posada en la oficina, preferí no asistir no había que celebrar.
Llegó el día 23 de diciembre, sin pagos y mucho menos aguinaldo, pero si teníamos que trabajar.
Escribí temprano al administrador de la empresa, solicitando mi pago, respondió diciendo que “ya no podrían pagarme” porque no estaba cumpliendo con el trabajo. Solicité mi liquidación y dijo “no”, porque “sólo prestas servicios” más no había un contrato, después me dejó en visto los mensajes y no volvió a responderme.
Por la tarde mi desesperación aumentó tenía una emergencia médica derivada del cáncer y mandé al chat de reporteros una imagen en ese tono sarcástico que suele tener el periódico culto, decía #YaPagameOrquesta no culpes a Nava, mi jefa respondió en segundos y dijo que lo tratara con el administrador, le respondí que él no me había dado respuesta y que era violencia no tener pago ni aguinaldo, más me dejaron en visto.
Así que hice algo que por un segundo rompió con la regla de no hablar de la precariedad laboral y escribí en el único chat “formal” la situación del pago, no tardó ni un minuto para responder el director, más “alguien” le había pasado la captura de pantalla de mi imagen #YaPagameOrquesta … y lo que siguió fue una violencia tan fuerte que aún no logro superar ese momento, porque a la par estaba corriendo al hospital.
El director escribió “cuánto se te debe, Ana. A todos se les explicó y todos estamos en la misma situación. Yo no estoy culpando a nadie y que te quede claro. Violencia, nunca, repito nunca. Es dinero y se arregla con Di-ne-ro, vienes por el o se te manda”.
Y añadió las capturas de pantalla con mis protestas #YapagameOrquesta, a manera de exhibirme. A los quince minutos, añadió capturas de pagos y el siguiente texto:
“Uso el mismo medio que tu usaste, te deseo lo mejor, cualquier duda conmigo (…). Te mando a nombre de todos un fuerte abrazo (…) no culpes a la vida. Te vas. Cuando puedas te encargo el equipo o cualquier pendiente. Pero no es urgente ni necesario. Abrazo.”
De inmediato fui eliminada de tres grupos whatsapp y por la madrugada mi ya ex jefa me eliminó del grupo de reporteros. Hasta el momento nadie de ese periódico culto me ha buscado, ni llamado.
Fui despedida por pedir derechos establecidos en la ley, un pago, un aguinaldo. Una liquidación, porque hay certeza de que el periódico culto se repondrá en el próximo año, si es que realmente está en quiebra.
Y no, no me arrepiento de hacerlo. El hablar de la precariedad laboral en los medios de comunicación es necesario, porque después de mi experiencia escuché testimonios similares de compañeros reporteros, es una situación lamentable las condiciones laborales en las que trabajamos y lo hacemos porque necesitamos el empleo.
Absurdo es, que un culto periódico dé una imagen no real, expongo mi experiencia y me arriesgo a ser señalada, sin embargo, mal haría en callar, si algo he intentado en mi trabajo periodístico es ser transparente, honesta y sincera. Espero que esta precariedad laboral sea visible y cambien las circunstancias.
Por Ana Dora