- Todas aquellas sombras se amplifican en el aislamiento.
- Es una confrontación con tus temores y emociones.
Conocí a Sofía* a través de redes sociales, es una estudiante de Derecho, que apenas cumplió veintitrés años.
Este tiempo de aislamiento social lo describe como “un infierno”, antes de la pandemia Sofía ya atravesaba por una fuerte depresión que solía paliar con salidas esporádicas con amigos a diversos lugares.
Al iniciar la entrevista lo primero que me dijo, “no soy suicida”, mirándome con una ligera sonrisa, después descubrió su brazo izquierdo y me mostró sus cicatrices.
Sofía atraviesa por una mala etapa de ansiedad y depresión, cuando llega al límite emocional “destapa una válvula”, lo hace con una navaja que coloca en su piel, presiona hasta causarse una herida.
Es así como libera la ansiedad y frustración, que no le permiten seguir, “si no lo hago, no puedo parar de llorar y me desespero”.
La autolesión, self-injury o cutting, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), es una conducta derivada de un trastorno mental, como la depresión “que no debe minimizarse”, porque podría ser una llamada de atención a un problema mayor y derivar en un suicidio.
Le pregunté a Sofía qué le provoca esa ansiedad, no me supo responder. Aunque después narró como su padre agredía a su madre y a su hermano durante su infancia.
Al ver a Sofía, jamás imaginarías qué transita por ese dolor, dice que su familia no lo sabe, aunque en el fondo está consciente de qué todos en casa están enterados, pero “no se meten en mi vida”, acotó.
Ella vive con su tía y dos primas mayores a ella, su madre volvió a casarse, su hermano se fue.
En esta pandemia, el aislamiento social le ha causado “esa sensación” con más frecuencia. Explicó, “comienza en las manos, luego me dan ganas de gritar, desearía que todo fuera diferente, a veces no lo puedo controlar”. Empieza a tener angustia sin un motivo real y cuando el llanto comienza a emerger, Sofía prefiere correr a su habitación.
Ahí, en el último cajón de la cómoda en una cajita rosa guarda navajas arrancadas a rastrillos. Sin meditarlo mucho, toma una y en medio de las lágrimas la coloca sobre su brazo izquierdo. Un ligero escalofrío y presiona, presiona hasta que la sangre roja carmesí comienza a escurrir, repite la operación cuántas veces es necesario, a veces el llanto no cede.
El aislamiento provoca que la depresión y ansiedad se disparen, por ende las autolesiones. Antes solía cortarse una vez por semana, ahora es cada tercer día, porque “no hay hacia dónde correr, todas tus sombras se amplifican y te confrontan”.
La Secretaría de Salud ofrece una línea de apoyo:
Línea de la Vida: 800 911 2000
También en la página se ofrecen algunas técnicas para controlar la ansiedad.
*El nombre y algunos datos fueron modificados